Simulación, precampañas y campañas
María Marván Laborde
29 de enero, 2018
Cuando se hizo la reforma electoral del 2017 se decidió poner plazos muy precisos a las campañas electorales. En nombre de la equidad, es decir, de garantizar condiciones competitivas justas a todas las candidaturas, se prohibieron los “actos anticipados de campaña” y por esto los partidos entendieron que nadie podría buscar el voto antes de que iniciaran las campañas políticas.
El período electoral se dividió en tres segmentos, uno llamado precampañas en el cual las y los precandidatos (así, en plural) deberían buscar el voto de sus correligionarios para ser ungidos como representantes de su partido o coalición en la contienda electoral. Después dejaron un tiempo entre la precampaña y la campaña, al que llamaron intercampaña, para finalmente entrar el las campañas. Esto les ha permitido decir que se acortaron los tiempos de la campaña electoral y que eso las haría más baratas. La realidad es que no se cumple ni lo uno ni lo otro.
Recordamos de manera especial la reforma de 2007 porque fue la que creó el llamado modelo de comunicación política. Se otorgaron gratuitamente a partidos, coaliciones y candidatos tiempo en radio y televisión y se desató lo que hemos llamado la “espotización” millones de spots pautados en todas las estaciones de radio y televisión, de seis de la mañana a doce de la noche.
Primera parte de la ecuación de la simulación: En una de las muchas acciones muy ilógicas de los partidos (que son los que hacen las leyes) se determinó que durante la época de precampaña los partidos tendrían derecho a anuncios en radio y televisión que se transmiten en todas las señales abiertas; sin embargo al final de cada comercial nos advierten que sólo está dirigido a militantes de tal o cual partido.
Segunda parte de la ecuación de la simulación: Partidos y coaliciones no se arriesgan a poner a competir de manera real y efectiva a dos o más personas por una misma candidatura. La inmadurez democrática de la clase política se ha evidenciado en la incapacidad de procesar derrotas, sean estas internas o ya en las elecciones donde votamos todo el electorado. En el caso de las derrotas internas, la inconformidad de quién pierde una “primaria” ha llevado al resquebrajamiento de los apoyos para las o los candidatos ganadores. Todos los partidos optaron por candidaturas presidenciales de unidad en las que no hay competencia. Como la ley lo manda, tienen acceso a difundir sus anuncios en radio o televisión.
Resultado de la ecuación de simulación: todo el público que ve televisión o escucha la radio hemos estado expuestos en las llamadas precampañas a la promoción de los tres candidatos únicos, Meade, Anaya y López Obrador. Amablemente nos ponen una pequeña advertencia, el anuncio no estaba dirigido a nosotros.
Consecuencias de la ecuación de simulación: el electorado queda decepcionado del sistema electoral mexicano por una de tres razones, o por todas juntas: 1) porque considera que las reglas no sirven de nada; 2) porque considera que la autoridad es incapaz de hacer cumplir las reglas y 3) porque es tratado con muy poco respeto a su inteligencia.
Para este proceso electoral, ya no hay remedio, para el próximo deberemos exigir una de dos soluciones: a) eliminar la diferencia entre precampaña, intercampaña y campañas; o bien, b) restringir el acceso a radio y televisión y obligar a que la campaña se limite a redes sociales y reuniones presenciales sólo con militantes.
En este caso como en muchos otros, lo que necesitamos son menos reglas, más fáciles de cumplir; menos simulación y más compromiso democrático de los partidos.
Las opiniones son responsabilidad de quien suscribe.
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