Los acuerdos del debate
David Humberto Jiménez Sánchez
13 de junio, 2018
Durante la campaña hemos visto a los candidatos atacarse y verse envueltos entre dimes y diretes. Un ejercicio necesario para conocer quiénes son, y cómo defenderse en medio de una crisis. Fundamental en cualquier país que se precie de ser plural y democrático. Sin embargo, también los hemos visto ponerse de acuerdo. Basta recordar algunas de las declaraciones en torno a la defensa de los migrantes, así como sobre las declaraciones del Presidente de los Estados Unidos.
En el caso del tercer debate, vimos cuatro temas en que todos los candidatos toman posturas muy similares: la necesidad de combatir la corrupción, la figura del Presidente como un ente capaz de resolver y conocer todo, incorporar la tecnología para el desarrollo; y no explicar de dónde se obtendrán los recursos para financiar sus propuestas.
Sobre el primer punto, se ha creado un consenso sobre la ineficiencia gubernamental y el daño al erario que provoca la corrupción. Sin embargo, este argumento se ha llevado al extremo; es decir que al acabar con la corrupción se terminan todos los problemas del país, sin explicar el por qué, ni el cómo; o si se hace, se dice que es por características personales del presidente.
De esta manera, llegamos al segundo tema que podemos resumir en palabras de Cosío Villegas(1): “una monarquía absoluta sexenal”; en referencia al presidencialismo mexicano. Los candidatos creen, falsamente, que con llegar a la presidencia sus propuestas podrán ser implementadas fácilmente, sin olvidar que hay días en los que nada el pato y otros en los que ni agua bebe.
Siguiendo esta lógica, las propuestas de los candidatos parecen una carta a Santa Claus, o una lista de buenas intenciones para su posible gobierno. La construcción de acuerdos dentro de la Cámara de Diputados, encargada de aprobar el presupuesto, así como la habilidad y conocimientos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público son fundamentales para saber si el Plan de Gobierno puede, o no, llevarse a cabo. No explicar cómo financiar los grandes proyectos es igual que prometer bajar la luna y las estrellas.
Por último, decir que la tecnología, o mejor dicho las tecnologías de la información y las comunicaciones, es la panacea es obviar toda la infraestructura y las características institucionales que promueven el acceso y uso de dispositivos y redes para conectarse y comunicarse. Se necesita saber utilizar los dispositivos, conocer sus limitaciones y potencialidades. Y para estar en condiciones de aprender se necesita una serie de condiciones personales e institucionales (tener dónde dormir, qué comer, quién te enseñe, conexión eléctrica y a internet, etc.)
En definitiva, el debate reveló que existen similitudes entre los candidatos. Similitudes que, en algunos casos, nos gustaría que no existieran, pero que están ahí y tendremos que decidir quién se convertirá en Presidente. Al estilo de cualquier tragedia griega, parece que sólo prolongamos lo inevitable.
*Centro de Estudios Alonso Lujambio, ITAM
1. El sistema político mexicano (1972).
Las opiniones son responsabilidad de quien suscribe.
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